La red invisible en el oscuro negocio de la trata de personas

La red invisible en el oscuro negocio de la trata de personas

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

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Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

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La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Una de las organizaciones bajo la lupa es conocida como “Delta Teams”. Acusada de delitos como prostitución infantil y pornografía, las autoridades también la vinculan con la desaparición de Angie Peña, un caso que mantiene en vilo al país.

Sin embargo, como indica un investigador, la Policía Nacional aún no ha capturado a varios líderes clave de esta red. (Además: Honduras contará con el Observatorio Contra la Trata de Personas)

Los rostros detrás del delito

La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Según autoridades, estas redes no solo explotan a menores en territorio hondureño, sino que los trasladan a países vecinos como Belice, Gran Caimán y México.

Una de las organizaciones bajo la lupa es conocida como “Delta Teams”. Acusada de delitos como prostitución infantil y pornografía, las autoridades también la vinculan con la desaparición de Angie Peña, un caso que mantiene en vilo al país.

Sin embargo, como indica un investigador, la Policía Nacional aún no ha capturado a varios líderes clave de esta red. (Además: Honduras contará con el Observatorio Contra la Trata de Personas)

Los rostros detrás del delito

La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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Zonas paradisíacas, como Islas de la Bahía y la costa norte de Honduras, ocultan un infierno para muchas niñas y niños. Las redes de trata de personas encuentran en estos destinos turísticos un terreno fértil para sus operaciones.

Según autoridades, estas redes no solo explotan a menores en territorio hondureño, sino que los trasladan a países vecinos como Belice, Gran Caimán y México.

Una de las organizaciones bajo la lupa es conocida como “Delta Teams”. Acusada de delitos como prostitución infantil y pornografía, las autoridades también la vinculan con la desaparición de Angie Peña, un caso que mantiene en vilo al país.

Sin embargo, como indica un investigador, la Policía Nacional aún no ha capturado a varios líderes clave de esta red. (Además: Honduras contará con el Observatorio Contra la Trata de Personas)

Los rostros detrás del delito

La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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La red invisible en el oscuro negocio de la trata de personas

Familias, corrupción y violencia estructural alimentan un flagelo que roba vidas y destruye futuros.

Zonas turísticas en Honduras esconden un oscuro secreto: redes de trata de personas operan bajo la apariencia de normalidad, explotando a menores en destinos paradisíacos. Los migrantes también son vulnerables. Foto creada con IA.

Zonas paradisíacas, como Islas de la Bahía y la costa norte de Honduras, ocultan un infierno para muchas niñas y niños. Las redes de trata de personas encuentran en estos destinos turísticos un terreno fértil para sus operaciones.

Según autoridades, estas redes no solo explotan a menores en territorio hondureño, sino que los trasladan a países vecinos como Belice, Gran Caimán y México.

Una de las organizaciones bajo la lupa es conocida como “Delta Teams”. Acusada de delitos como prostitución infantil y pornografía, las autoridades también la vinculan con la desaparición de Angie Peña, un caso que mantiene en vilo al país.

Sin embargo, como indica un investigador, la Policía Nacional aún no ha capturado a varios líderes clave de esta red. (Además: Honduras contará con el Observatorio Contra la Trata de Personas)

Los rostros detrás del delito

La trata de personas no es un crimen que se comete en soledad. Existen roles bien definidos: quienes reclutan, quienes trasladan y quienes explotan.

Aunque en muchos casos los tratantes parecen ser extraños, estudios recientes arrojan una verdad alarmante: el 60 % de los casos están ligados a familiares de las víctimas, según Fundación Camino a Casa.

“Es desgarrador saber que el abuso proviene de quienes deberían protegerlos”, señala un portavoz de la organización. En estos casos, el trauma de las víctimas se duplica: el daño físico y emocional se mezcla con la culpa por denunciar a sus propios familiares.

Cuando el sistema es cómplice

Honduras no solo enfrenta redes locales poco organizadas; también lidia con grupos de delincuencia organizada transnacional.

Estas organizaciones, inmersas en el tráfico de drogas y armas, tienen los recursos y la violencia como herramientas para mantener sus operaciones.

La debilidad institucional del Estado y la corrupción permiten que estas redes actúen con impunidad.

“El cambio climático, la pobreza y la falta de oportunidades son factores estructurales que estas redes explotan para capturar a sus víctimas”, señala Víctor Aguirre, consultor en temas de trata.

La lucha por sobrevivir en un sistema roto

Aunque se reconoce que cerca del 50 % de los casos de trata ocurren dentro del país de origen, la migración sigue siendo un factor de riesgo clave.

Las personas migrantes, especialmente menores, son más vulnerables a la explotación sexual, laboral y criminal.

El panorama es desolador. Las cifras son apenas la punta del iceberg de una problemática que se oculta en las sombras, alimentada por la pobreza, la corrupción y la indiferencia de un sistema que falla en proteger a sus más vulnerables.

La trata de personas es una herida profunda en la sociedad hondureña. Mientras las redes criminales evolucionan y se fortalecen, las autoridades parecen siempre un paso atrás.

Honduras necesita una respuesta integral: políticas públicas efectivas, instituciones robustas y un compromiso real para proteger a las víctimas y perseguir a los responsables. Las vidas de miles de niñas, niños y adolescentes dependen de ello.


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