La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Pero su caída no es un final, sino el inicio de una interrogante mayor: ¿qué pasa cuando las raíces del problema no se arrancan?
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Desde el cultivo de maíz en tierras ahora abandonadas hasta los callejones oscuros del Tenderloin, la historia de esta red de narcotráfico no es solo de crimen, sino de pobreza, coerción y decisiones desesperadas.
Pero su caída no es un final, sino el inicio de una interrogante mayor: ¿qué pasa cuando las raíces del problema no se arrancan?
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Nueve hombres de origen humilde, provenientes de El Porvenir y Talanga, en el departamento de Francisco Morazán, son acusados de alimentar el mercado negro de esta droga letal en California, desatando una de las investigaciones más complejas de la última década.
Desde el cultivo de maíz en tierras ahora abandonadas hasta los callejones oscuros del Tenderloin, la historia de esta red de narcotráfico no es solo de crimen, sino de pobreza, coerción y decisiones desesperadas.
Pero su caída no es un final, sino el inicio de una interrogante mayor: ¿qué pasa cuando las raíces del problema no se arrancan?
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
En las sombras de los barrios más conflictivos de San Francisco, California, una red de tráfico de fentanilo tejida por hondureños se convirtió en el epicentro de una crisis que mata miles cada año.
Nueve hombres de origen humilde, provenientes de El Porvenir y Talanga, en el departamento de Francisco Morazán, son acusados de alimentar el mercado negro de esta droga letal en California, desatando una de las investigaciones más complejas de la última década.
Desde el cultivo de maíz en tierras ahora abandonadas hasta los callejones oscuros del Tenderloin, la historia de esta red de narcotráfico no es solo de crimen, sino de pobreza, coerción y decisiones desesperadas.
Pero su caída no es un final, sino el inicio de una interrogante mayor: ¿qué pasa cuando las raíces del problema no se arrancan?
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.
Nueve hondureños se convierten en el epicentro de la mayor red de tráfico de fentanilo desmantelada en California, un crimen que expone la intersección de pobreza, coerción y narcotráfico en sus vidas.
En las sombras de los barrios más conflictivos de San Francisco, California, una red de tráfico de fentanilo tejida por hondureños se convirtió en el epicentro de una crisis que mata miles cada año.
Nueve hombres de origen humilde, provenientes de El Porvenir y Talanga, en el departamento de Francisco Morazán, son acusados de alimentar el mercado negro de esta droga letal en California, desatando una de las investigaciones más complejas de la última década.
Desde el cultivo de maíz en tierras ahora abandonadas hasta los callejones oscuros del Tenderloin, la historia de esta red de narcotráfico no es solo de crimen, sino de pobreza, coerción y decisiones desesperadas.
Pero su caída no es un final, sino el inicio de una interrogante mayor: ¿qué pasa cuando las raíces del problema no se arrancan?
Hoy, los reflectores están sobre ellos, pero también sobre la devastación de comunidades enteras que quedaron atrapadas entre la miseria y el narcotráfico.
Esta es la historia de cómo nueve hondureños se convirtieron en el rostro de una epidemia, y de cómo las autoridades los llevaron a su caída.
“No teníamos opción”
Desde 2019, agentes antinarcóticos de la DEA siguieron los pasos de nueve hondureños señalados como conspiradores clave en esta red de tráfico.
Siete de los acusados, extraditados, son de El Porvenir. Pero este municipio no siempre estuvo vinculado al narcotráfico. Hasta los años 90, El Porvenir florecía como una región agrícola, produciendo maíz y frijoles que abastecían la economía local.
Todo cambió con el cierre de una planta procesadora y la llegada de cultivos que prometían prosperidad económica, pero que nunca despegaron. El golpe final lo asestó el libre comercio, desplazando a los pequeños agricultores.
Tres de los acusados, entrevistados por The Chronicle, revelaron una trama de coerción detrás de su involucramiento en el tráfico de drogas.
Migraron a Estados Unidos en busca de oportunidades, pero cayeron en manos de coyotes que los forzaron a vender drogas para saldar sus deudas. “Si dejábamos de vender, nuestras familias corrían peligro”, confesó uno de ellos.
El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, se convirtió en una mercancía letal que alimenta la desesperación de quienes lo consumen y el temor de quienes lo distribuyen bajo amenaza.
En las calles del Tenderloin, los hondureños actúan como piezas de una maquinaria mucho más grande, pero es a ellos a quienes las autoridades tienen en la mira.
Desde 2023 inició la captura de los miembros de esta red de hondureños para presentarlos ante la justicia.
La red desmantelada
El desmantelamiento de la red, lo lideró la Fuerza de Tarea de Control de Drogas contra el Crimen Organizado (OCDETF), un equipo multidisciplinario que emplea inteligencia y recursos para atacar a organizaciones transnacionales.
Edner Estrada Cruz, detenido en noviembre en El Porvenir, es el más reciente de los acusados. Solicitado por la corte del Distrito Este de California, enfrenta cargos de tráfico y distribución de fentanilo en Colorado y áreas circundantes.
Entre los acusados por la Corte del Distrito Este de California figuran Mayer Banegas, Jorge Alberto Viera Chirinos, Elmer Bonilla Matute, Víctor Viera Chirinos, Javier Marín Gonzales, Orbin Velásquez, Erick Raudales, Edner Estrada Cruz, y Santos Erazo.
A estos se suma Alfredo Velásquez Lavaire, solicitado por la Corte del Distrito de Oregon, por conspirar para importar al menos cinco kilogramos de fentanilo.
Estas acusaciones muestran el alcance de esta red, que se extiende desde los campos de Honduras hasta las calles de Estados Unidos.
Un fenómeno alimentado por la desigualdad
El narcotráfico hondureño no surge en el vacío. La pobreza crónica, la falta de oportunidades y las políticas económicas fallidas empujan a comunidades enteras a caminos peligrosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la demanda de drogas como el fentanilo sigue creciendo.
De esta forma alimentan un mercado ilícito que encuentra en personas vulnerables a sus intermediarios ideales.
Bob P. Beris, agente especial a cargo de la DEA en California, expresó su compromiso de “responsabilizar a los narcotraficantes que operan en Tenderloin”.
Sin embargo, la narrativa oficial rara vez aborda el contexto social y económico que empuja a hombres como Estrada Cruz o Velásquez a involucrarse en estos crímenes.
¿Una solución integral?
A medida que más hondureños sean acusados y extraditados, queda una pregunta: ¿se ataca la raíz del problema o simplemente cortan una rama del árbol?
El caso de los nueve hondureños en California es un recordatorio sombrío de cómo el narcotráfico no solo destruye vidas por sobredosis, sino también las de quienes quedan atrapados en sus redes.
La historia de El Porvenir y Talanga es la de muchas comunidades en América Latina: tierras fértiles convertidas en territorio fértil para el crimen.
Y mientras el fentanilo siga siendo una epidemia en Estados Unidos, las manos que lo trafican, sea bajo coacción o voluntariamente, seguirán surgiendo de lugares como este.