Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Las respuestas tardías y prejuiciosas reflejan una deficiencia estructural en Honduras. Las familias, ya golpeadas por la angustia, deben enfrentarse a un sistema que se niega a actuar con la urgencia que estos casos exigen.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
El caso de Haylin no es aislado. A lo largo de Honduras, decenas de familias recorren un calvario similar, enfrentándose a un sistema que no solo desestima sus denuncias, sino que perpetúa un ciclo de impunidad y revictimización.
Las respuestas tardías y prejuiciosas reflejan una deficiencia estructural en Honduras. Las familias, ya golpeadas por la angustia, deben enfrentarse a un sistema que se niega a actuar con la urgencia que estos casos exigen.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
La casa de Haylin amaneció vacía el 21 de septiembre de 2024. Su madre corrió a la estación de policía, desesperada, con la esperanza de que las autoridades en San Pedro Sula se movilizaran de inmediato. “Seguramente se fue con el novio”, fue la respuesta que recibió. La menor tenía 12 años.
El caso de Haylin no es aislado. A lo largo de Honduras, decenas de familias recorren un calvario similar, enfrentándose a un sistema que no solo desestima sus denuncias, sino que perpetúa un ciclo de impunidad y revictimización.
Las respuestas tardías y prejuiciosas reflejan una deficiencia estructural en Honduras. Las familias, ya golpeadas por la angustia, deben enfrentarse a un sistema que se niega a actuar con la urgencia que estos casos exigen.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.
Belkis Molina, Luane Morazán Castillo, Carmen Guadalupe Bautista y Marelin Mass Barahona son solo algunos de los nombres que simbolizan una crisis ignorada en Honduras: la desaparición de mujeres sin seguimiento ni justicia. A pesar de los protocolos vigentes, las familias se enfrentan a la indiferencia y la revictimización.
El dolor y la incertidumbre de las familias que buscan respuestas en un sistema que permanece en silencio, viven en Honduras. Foto creada con IA.
La casa de Haylin amaneció vacía el 21 de septiembre de 2024. Su madre corrió a la estación de policía, desesperada, con la esperanza de que las autoridades en San Pedro Sula se movilizaran de inmediato. “Seguramente se fue con el novio”, fue la respuesta que recibió. La menor tenía 12 años.
El caso de Haylin no es aislado. A lo largo de Honduras, decenas de familias recorren un calvario similar, enfrentándose a un sistema que no solo desestima sus denuncias, sino que perpetúa un ciclo de impunidad y revictimización.
Las respuestas tardías y prejuiciosas reflejan una deficiencia estructural en Honduras. Las familias, ya golpeadas por la angustia, deben enfrentarse a un sistema que se niega a actuar con la urgencia que estos casos exigen.
El Acuerdo FGR-JAZ-015-2024, firmado en agosto, establece un protocolo de búsqueda para personas desaparecidas en Honduras.
Sin embargo, este carece de diferenciación de género. Las desapariciones de mujeres y niñas se abordan con los mismos parámetros que las de hombres, ignorando las circunstancias específicas y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres.
Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) admiten que no cuentan con herramientas especializadas.
“Seguimos los mismos procedimientos, pero sabemos que debería ser diferente”, confiesa un oficial bajo condición de anonimato a tunota.com
El tiempo en contra
Cada hora que pasa tras la desaparición de una mujer reduce las probabilidades de encontrarla con vida. A pesar de esta realidad, muchas denuncias se diluyen en la burocracia estatal.
Las familias son obligadas a esperar 48 o 72 horas antes de que las autoridades actúen, perdiendo tiempo valioso para la investigación.
“Nos dijeron que regresáramos en dos días”, relata la hermana de Carmen Guadalupe Bautista, desaparecida en 2023. “Nunca volvimos a saber de ella”.
El papel de los estereotipos
La historia de Haylin revela un problema sistémico: las desapariciones de mujeres a menudo se trivializan.
La narrativa de “irse con el novio” o “escaparse de casa” minimiza la gravedad de los casos, desviando la atención de posibles crímenes como la trata, el feminicidio o la explotación sexual.
Mensajes en redes sociales sobre el rescate de Haylin reforzaron esta idea. “Estaba con su novio”, decía uno de los comentarios más compartidos.
El Foro de Mujeres por la Vida denuncia que estos estereotipos fomentan un entorno de impunidad y normalización de la violencia.
“Se culpa a las víctimas y se protege a los agresores”, advierte Carolina Sierra, representante del Foro.
Una luz de esperanza
En respuesta a esta crisis, el Foro de Mujeres por la Vida creó el Protocolo Norma, inspirado en el caso de Norma Hernández, a quien raptaron mientras amamantaba a su bebé.
Este protocolo propone una metodología de ocho fases que va desde la recepción de la denuncia hasta la visibilización de los agresores.
“El Protocolo Norma es una guía vital para las autoridades”, explica Sierra. “Incorpora la perspectiva de género y reconoce que las desapariciones de mujeres no pueden tratarse como un delito común”.
Hacia una justicia con perspectiva de género
El Estado hondureño tiene una deuda pendiente con las mujeres desaparecidas y sus familias.
Es fundamental que se adopten protocolos especializados, que se capacite al personal encargado de las investigaciones y que se sancione a quienes perpetúan estereotipos y negligencias.
Mientras tanto, las madres de Belkis, Luane, Carmen y Marelin siguen buscando respuestas.
Sus voces, llenas de dolor y esperanza, resuenan en marchas, plantones y medios de comunicación. “Seguiremos buscando”, dicen, “hasta encontrarlas o saber qué les pasó”.
Las desapariciones de mujeres en Honduras son una herida abierta que exige atención inmediata.
Cada nombre, cada rostro ausente, es un recordatorio de la urgente necesidad de transformar el sistema. Detrás de cada caso hay una historia, una familia y una vida que merece justicia.