Gabriel, el seminarista que quiere romper las cadenas de la violencia en Honduras

Gabriel, el seminarista que quiere romper las cadenas de la violencia en Honduras

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Sin embargo, la adolescencia lo llevó por otros rumbos. Los constantes cambios de domicilio y la falta de un vínculo fijo con la Iglesia lo alejaron del camino espiritual.

Pero incluso en esos años de distancia, Gabriel sintió una atracción inexplicable hacia la fe. Ese sentimiento lo acompañó hasta que, en su juventud, una monja lo invitó a una clase de catecismo que cambiaría su vida para siempre.

El despertar de una vocación

Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Aunque su familia no era religiosa, las oraciones de su abuela sembraron en él una semilla que, años más tarde, germinaría en una fe profunda.

Sin embargo, la adolescencia lo llevó por otros rumbos. Los constantes cambios de domicilio y la falta de un vínculo fijo con la Iglesia lo alejaron del camino espiritual.

Pero incluso en esos años de distancia, Gabriel sintió una atracción inexplicable hacia la fe. Ese sentimiento lo acompañó hasta que, en su juventud, una monja lo invitó a una clase de catecismo que cambiaría su vida para siempre.

El despertar de una vocación

Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel Hernán Méndez, nacido en San Pedro Sula en 1994, conoce de primera mano el impacto devastador de las pandillas en Honduras. Creció rodeado de violencia y, como muchos jóvenes, enfrentó dudas y tropiezos antes de descubrir su vocación sacerdotal.

Aunque su familia no era religiosa, las oraciones de su abuela sembraron en él una semilla que, años más tarde, germinaría en una fe profunda.

Sin embargo, la adolescencia lo llevó por otros rumbos. Los constantes cambios de domicilio y la falta de un vínculo fijo con la Iglesia lo alejaron del camino espiritual.

Pero incluso en esos años de distancia, Gabriel sintió una atracción inexplicable hacia la fe. Ese sentimiento lo acompañó hasta que, en su juventud, una monja lo invitó a una clase de catecismo que cambiaría su vida para siempre.

El despertar de una vocación

Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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Gabriel Hernán Méndez, seminarista hondureño, tiene un sueño audaz: rescatar a los jóvenes atrapados en las pandillas y darles una nueva oportunidad de vida. Desde la diócesis de Santa María de las Gracias hasta España, su viaje está marcado por fe, sacrificio y un compromiso inquebrantable con su misión.

Gabriel Hernán Méndez entró en el seminario, luego salió, pero la llamada de Dios persistió y ahora desea ser ordenado presbitero. Foto: Fundación CARF.

Gabriel Hernán Méndez, nacido en San Pedro Sula en 1994, conoce de primera mano el impacto devastador de las pandillas en Honduras. Creció rodeado de violencia y, como muchos jóvenes, enfrentó dudas y tropiezos antes de descubrir su vocación sacerdotal.

Aunque su familia no era religiosa, las oraciones de su abuela sembraron en él una semilla que, años más tarde, germinaría en una fe profunda.

Sin embargo, la adolescencia lo llevó por otros rumbos. Los constantes cambios de domicilio y la falta de un vínculo fijo con la Iglesia lo alejaron del camino espiritual.

Pero incluso en esos años de distancia, Gabriel sintió una atracción inexplicable hacia la fe. Ese sentimiento lo acompañó hasta que, en su juventud, una monja lo invitó a una clase de catecismo que cambiaría su vida para siempre.

El despertar de una vocación

Gabriel aceptó asistir a catecismo, inicialmente motivado por una compañera de clase. Pero, al recibir el sacramento de la Confirmación, las palabras de un obispo resonaron profundamente en su corazón:

“¿Cómo vas a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras?”. Poco después, un seminarista lo invitó a encuentros vocacionales.

En 2014, ingresó al seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, a pesar de la incomprensión de su familia.

La formación inicial no estuvo exenta de retos. Gabriel completó Filosofía en 2017, pero circunstancias personales lo llevaron a pausar su formación y regresar al mundo laboral.

Trabajó en una empresa comercial, donde escaló hasta llegar a ser gerente general. Aunque profesionalmente era exitoso, un vacío persistía en su interior.

“Había una especie de vacío dentro de mí”, confiesa Gabriel. La idea de ser sacerdote nunca dejó de rondar su mente.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto Fundación CARF.

Un nuevo comienzo en España

En 2023, tras un proceso de discernimiento, Gabriel renunció a su trabajo y retomó su formación sacerdotal.

Fue invitado por su obispo a estudiar en el Seminario Internacional del Bidasoa en España, donde actualmente cursa Teología en la Universidad de Navarra.

Desde allí, reflexiona sobre su misión: ayudar a los jóvenes hondureños atrapados en la violencia de las pandillas.

“Muchos jóvenes ven en las pandillas la familia que no encontraron en casa. Carecen de amor, orientación y oportunidades”, señala con tristeza.

Gabriel aspira a ofrecerles una alternativa. Para él, no basta con evangelizar; es crucial crear centros donde estos jóvenes puedan aprender oficios y desarrollar un propósito de vida.

“Cuando un joven entra a una pandilla, no lo dejan salir. Hay que actuar antes”, enfatiza.

La lucha contra la violencia y las sectas

Gabriel también se preocupa por el auge de las sectas en Honduras, que ganan terreno frente a una Iglesia católica debilitada por la escasez de sacerdotes.

En barrios donde las sectas están en cada esquina, muchas parroquias apenas reciben atención mensual debido a la falta de clérigos.

Ante esta realidad, Gabriel está convencido de que se necesitan sacerdotes bien formados, capaces de predicar a Cristo con claridad y convicción.

“Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro”, advierte Gabriel.

Para él, un sacerdote debe ser pastor, guía y faro en un mundo lleno de ideologías que distorsionan el mensaje del Evangelio.

Gabriel Hernán Méndez es un seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país, cuando sea sacerdote, a salir de las pandillas y la violencia. Foto: Fundación CARF.

Un faro de esperanza para Honduras

Gabriel Hernán Méndez no solo sueña con ser un sacerdote, sino con ser un agente de cambio en un país golpeado por la violencia. Su fe, forjada en la adversidad, lo impulsa a buscar soluciones prácticas y espirituales para rescatar a los jóvenes hondureños.

Desde el Seminario Internacional del Bidasoa, reza y se prepara, agradeciendo a los benefactores de la Fundación CARF que hacen posible su formación.

“Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos”, repite Gabriel, convencido de que su misión es más grande que él.

Cuando regrese a Honduras, su compromiso será claro: ser una luz para quienes más lo necesitan, mostrando que la fe y el amor pueden romper incluso las cadenas más oscuras.



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