Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Con una institucionalidad débil y corrompida, los carteles crecieron, influenciando decisiones clave en el país, desde elecciones municipales hasta presidenciales.
La corrupción facilitó sus operaciones, y mientras su poder se extendía, el país perdía el control de su propio destino.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde inicios de los años 90, los narcos y sus organizaciones se convirtieron en el verdadero poder en Honduras.
Con una institucionalidad débil y corrompida, los carteles crecieron, influenciando decisiones clave en el país, desde elecciones municipales hasta presidenciales.
La corrupción facilitó sus operaciones, y mientras su poder se extendía, el país perdía el control de su propio destino.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.
Desde hace más de tres décadas, los narcos dejaron una marca indeleble en Honduras. De norte a sur, de oriente a occidente se apoderaron del país, infiltrando instituciones y decidiendo el rumbo político. Esta es la crónica de un país atrapado en las redes del crimen.
Desde inicios de los años 90, los narcos y sus organizaciones se convirtieron en el verdadero poder en Honduras.
Con una institucionalidad débil y corrompida, los carteles crecieron, influenciando decisiones clave en el país, desde elecciones municipales hasta presidenciales.
La corrupción facilitó sus operaciones, y mientras su poder se extendía, el país perdía el control de su propio destino.
Desde Copán hasta las fronteras con Guatemala, el cartel marcó su territorio y creó rutas desde La Entrada hasta El Poy y Agua Caliente.
Utilizaron helicópteros y vehículos blindados, establecieron un sistema de tráfico que incluyó el control de fiscales, jueces y policías, financiando además campañas políticas.
La familia Valle, con influencia directa en Florida, Copán, moldeó la estructura del poder local.
Infografía de El Periódico, Guatemala.
Don H: violencia y alianzas internacionales
Héctor Emilio Fernández, conocido como Don H, transformó el trasiego de drogas en una operación violenta y bien estructurada.
Desde 1998 estableció rutas que unían Honduras con Guatemala, y sus alianzas con carteles mexicanos y colombianos fortaleció su influencia.
Con una estrategia brutal, Don H penetró fuerzas policiales y militares, asegurando que sus cargamentos llegaran a destino y apoyó campañas políticas, dejando claro que no solo controlaba la droga, sino el territorio y sus instituciones.
Los Cachiros: los amos del Atlántico
Iniciando como humildes ganaderos, Los Cachiros dominaron la región Atlántica. Con su influencia en Olancho, Colón y Atlántida, manejaron el tráfico desde Colombia, y mediante el miedo y la corrupción, extendieron su poder hasta recibir protección policial y militar.
La declaración de Devis Leonel Rivera Maradiagaen Nueva York reveló la colaboración del gobierno hondureño en sus actividades de tráfico, evidenciando el alcance de su influencia.
Montes Bobadilla: un imperio familiar
La familia Montes Bobadillase estableció en Colón, desde donde se conectaron con La Mosquitia, recibiendo cargamentos por aire y mar.
Con la complicidad de su socio, Arnulfo Fagot, el cartel consolidó su dominio en Gracias a Dios, operando en rutas marítimas y aéreas y facilitando los envíos de otros narcos.
Su red demostró cómo el crimen organizado puede penetrar incluso en las áreas más apartadas y ejercer control total en un país sin vigilancia efectiva.
El Negro Lobo: las rutas de la droga en el Caribe
Con conexiones en el gobierno y rutas aseguradas desde San Andrés, Colombia, El Negro Lobo y su socio Juving Alexander Suazo operaron en Islas de la Bahía, Gracias a Dios y Atlántida.
Desde el año 2000, este cartel estableció una flota marítima para el transporte de droga, consolidó el control de sus territorios y facilitó un flujo constante de cargamentos hacia el norte.
Cartel AA: un imperio político en Copán
Desde El Paraíso, Copán, Alexander Ardón, alias Chande, estableció rutas de tráfico y un imperio político.
Su control se extendió hasta la zona sur del país, y su influencia alcanzó la política nacional, financiando campañas de alcaldes, diputados y hasta presidentes.
Chande cambió el paisaje de El Paraíso y se convirtió en una figura de autoridad, con una flota de helicópteros y avionetas que mostraban su dominio absoluto.
Amílcar Alexander Ardón Soriano. Foto/InSight Crime.
El Rojo: la independencia y expansión
Para el 2008, Víctor Hugo Díaz Morales, “El Rojo” ya había consolidado su poder en Copán y Lempira, colaborando con capos guatemaltecos y organizando operaciones.
La independencia del cartel mostró cómo, incluso a nivel local, el narcotráfico encuentra formas de adaptarse y expandirse, organizando fiestas y manteniendo relaciones cercanas con la policía, evidenciando una red que superó fronteras.
Cartel del Atlántico: crimen organizado y traición a la patria
Con el liderazgo de Wilter Blanco Ruiz, el Cartel del Atlántico conectó militares, policías y políticos.
Su influencia en Colón, Islas de la Bahía y Atlántida fue tan fuerte que la organización estructurada se consideraba intocable.
Blanco incluso orquestó el asesinato del general Julián Arístides González, con otros narcos, lo que envió un mensaje claro: el narcotráfico en Honduras no era solo un negocio, era una red que silenciaba a quienes le hacían frente.
El Cartel de Occidente: la producción de amapola
En los últimos años, el Cartel de Occidente no solo traficó drogas, sino que comenzó a experimentar con el cultivo de amapola.
Este cartel, con miembros como Juan Antonio Hernández, colapsó el sistema político del occidente.
Además, penetró cada institución y extendió sus redes hasta las elecciones de altos cargos, sellando un control absoluto en esta región.
La presencia del narcotráfico en Honduras no se limita a un grupo o región. Los carteles se entrelazan en las estructuras del país, afectando la vida de sus ciudadanos y transformando la política y seguridad en Honduras.
Desde el occidente hasta la costa atlántica, los narcos tejieron un sistema que les permitió moverse y operar con impunidad.
Esta es la historia de un país plagado de narcos, de un territorio donde el crimen tomó control, desplazó al Estado y puso en jaque la soberanía de Honduras.