La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
América Latina y el Caribe es la segunda región más expuesta a eventos climáticos extremos, después de Asia.
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
América Latina y el Caribe es la segunda región más expuesta a eventos climáticos extremos, después de Asia.
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
Según el Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, la región enfrenta una tormenta perfecta: el cambio climático, las desigualdades estructurales y las crisis económicas están colisionando, afectando todas las dimensiones de la seguridad alimentaria.
Los países más afectados son: Haití, Honduras, Guatemala, Nicaragua y las islas del Caribe.
América Latina y el Caribe es la segunda región más expuesta a eventos climáticos extremos, después de Asia.
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
El calor abrasador, las lluvias incesantes y las sequías devastadoras no solo alteran los paisajes de América Latina y el Caribe; también están dejando a millones sin comida en sus mesas.
Según el Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, la región enfrenta una tormenta perfecta: el cambio climático, las desigualdades estructurales y las crisis económicas están colisionando, afectando todas las dimensiones de la seguridad alimentaria.
Los países más afectados son: Haití, Honduras, Guatemala, Nicaragua y las islas del Caribe.
América Latina y el Caribe es la segunda región más expuesta a eventos climáticos extremos, después de Asia.
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda
El cambio climático afecta gravemente la seguridad alimentaria en países como Haití, Honduras y Guatemala. A medida que los eventos extremos se intensifican, millones enfrentan hambre y desnutrición en la región más vulnerable del mundo después de Asia.
Una familia hondureña observa desde su hogar el impacto del cambio climático en sus tierras, enfrentando la incertidumbre de la seguridad alimentaria en medio de un paisaje árido y desolado. Foto creada con IA.
El calor abrasador, las lluvias incesantes y las sequías devastadoras no solo alteran los paisajes de América Latina y el Caribe; también están dejando a millones sin comida en sus mesas.
Según el Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, la región enfrenta una tormenta perfecta: el cambio climático, las desigualdades estructurales y las crisis económicas están colisionando, afectando todas las dimensiones de la seguridad alimentaria.
Los países más afectados son: Haití, Honduras, Guatemala, Nicaragua y las islas del Caribe.
América Latina y el Caribe es la segunda región más expuesta a eventos climáticos extremos, después de Asia.
De los 27 países analizados, 20 enfrentan una alta frecuencia de estos eventos y 14 están catalogados como vulnerables.
Las consecuencias son devastadoras: entre 2019 y 2023, la subalimentación aumentó en 1.5 puntos porcentuales en los países afectados.
La falta de recursos para adaptarse amplifica el impacto en las comunidades más vulnerables.
“El clima se convierte en un enemigo silencioso que empuja a millones a la inseguridad alimentaria”, señaló Mario Lubetkin, Representante Regional de la FAO.
Aunque la región ha logrado reducir el hambre por segundo año consecutivo, con 41 millones de personas afectadas en 2023 (2.9 millones menos que en 2022), los avances no son uniformes.
En el Caribe, el hambre alcanzó el 17.2 %, casi el triple que en Mesoamérica. La inseguridad alimentaria también disminuyó, afectando a 187.6 millones de personas en 2023.
Sin embargo, comunidades rurales, mujeres y niños enfrentan una doble carga: la desnutrición y el sobrepeso.
“El derecho a una alimentación saludable sigue siendo un sueño distante para muchos”, afirmó Karin Hulshof, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El informe resalta la necesidad de crear sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan resistir los embates del clima.
Esto incluye infraestructuras rurales, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, el progreso es lento.
Rossana Polastri, Directora Regional del Fondo de desarrollo Integral de Desarrollo Agrícola (FIDA), hizo un llamado urgente.
“Debemos invertir en las áreas rurales y en las mujeres, quienes son el motor de la agricultura. Sin ellos, no podremos reducir el hambre ni adaptarnos al cambio climático”.
A pesar de los desafíos, hay esperanza. Países en América del Sur han mostrado avances gracias a programas de protección social y políticas económicas postpandemia. Sin embargo, estas iniciativas deben escalarse y adaptarse a las realidades locales.
“El clima extremo seguirá siendo un desafío, pero con voluntad política, inversión y una acción conjunta, podemos construir un futuro donde el hambre sea solo un recuerdo”, aseguró Lola Castro, del Programa Mundial de Alimentos.
El cambio climático está reescribiendo las reglas de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
En esta carrera contra el tiempo, cada decisión cuenta. Proteger a las poblaciones más vulnerables no solo es una obligación moral; es la clave para garantizar la estabilidad alimentaria de una región que alimenta al mundo.
La pregunta no es si la región puede adaptarse, sino si lo hará a tiempo para evitar que millones más caigan en la sombra del hambre.
Lea: Honduras tiene 2.4 millones de personas en crisis o emergencia de seguridad alimentaria aguda