La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
Un informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas revela que Honduras enfrenta una crisis humanitaria compleja y propone un Plan 2025 para dar esperanza y acción.
Esto por la constante evolución, donde la pobreza, la desigualdad y los desastres climáticos convergen con una violencia incesante.
Más de 1.6 millones de personas requieren asistencia humanitaria, un reflejo alarmante de cómo las condiciones estructurales continúan deteriorándose.
Los más afectados son mujeres, niños, niñas, comunidades LGBTIQ+, pueblos indígenas y afrodescendientes, y personas con discapacidad.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.
En Honduras, el 16 % de la población necesita asistencia humanitaria urgente. La pobreza, violencia y desastres climáticos empujan al límite a comunidades marginadas, mientras las autoridades y organizaciones humanitarias intentan contener una crisis que se agrava cada año.
Voluntarios distribuyen alimentos y brindan atención médica a comunidades afectadas por desastres climáticos en Honduras, reflejando la resiliencia y solidaridad en medio de la crisis humanitaria. Foto creada con IA.
Un informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas revela que Honduras enfrenta una crisis humanitaria compleja y propone un Plan 2025 para dar esperanza y acción.
Esto por la constante evolución, donde la pobreza, la desigualdad y los desastres climáticos convergen con una violencia incesante.
Más de 1.6 millones de personas requieren asistencia humanitaria, un reflejo alarmante de cómo las condiciones estructurales continúan deteriorándose.
Los más afectados son mujeres, niños, niñas, comunidades LGBTIQ+, pueblos indígenas y afrodescendientes, y personas con discapacidad.
A pesar de que las cifras nacionales de homicidios muestran una ligera disminución, Honduras sigue siendo el país más violento de Centroamérica.
Las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado continúan sembrando el terror en comunidades enteras.
La violencia de género, el desplazamiento forzado y la extorsión son pan de cada día para miles de hondureños. Además, el reclutamiento de menores y la destrucción de viviendas generan una espiral de miedo y desarraigo.
Según organismos de derechos humanos, el 10 % de los desplazamientos forzados está relacionado con amenazas directas contra familias enteras.
Migración desbordada: una crisis dentro de otra
Entre enero y noviembre de 2024, más de 357,796 migrantes cruzaron Honduras. Estos flujos migratorios, compuestos por personas de más de 100 nacionalidades, desbordaron los limitados recursos de municipios fronterizos.
Los migrantes, muchos de ellos en condiciones precarias, requieren asistencia urgente en salud, alojamiento y protección para niños y niñas.
Sin embargo, las comunidades locales también están sufriendo, al quedar atrapadas entre el deber humanitario y la falta de recursos.
“Trojes y Danlí se convirtieron en puntos críticos. Las autoridades locales hacen lo posible, pero la magnitud de la migración supera sus capacidades”, explica un voluntario de la Cruz Roja hondureña.
Desastres climáticos: el golpe invisible
El cambio climático empuja al límite la seguridad alimentaria en Honduras. Las tormentas, inundaciones y sequías prolongadas afectan gravemente al Corredor Seco, una región ya de por sí golpeada por la pobreza extrema.
En 2024, la tormenta tropical Sara afectó a más de 250,000 personas, dejando a muchas sin hogar y con cultivos devastados.
Las proyecciones indican que 474,000 personas podrían enfrentar niveles de inseguridad alimentaria de crisis o emergencia para finales de año.
“Cada vez que llueve fuerte, perdemos nuestras cosechas. Estamos acostumbrados a luchar, pero esto ya no es sostenible”, comenta Rosa Ramírez, agricultora del sur del país.
Plan de respuesta: esperanza en medio de la adversidad
Frente a este panorama, la estrategia humanitaria de 2025 prioriza la atención en 114 municipios críticamente afectados. El plan se enfoca en Seguridad Alimentaria, protección de migrantes y desplazados, y prevención de la violencia.
La Mosquitia, Santa Bárbara, Cortés, Atlántida y Yoro recibirán apoyo especializado para enfrentar tanto la violencia como las secuelas de los desastres climáticos.
Municipios fronterizos como Ocotepeque y El Paraíso seguirán siendo puntos clave para brindar atención a migrantes.
El plan también contempla una mayor colaboración con autoridades locales y nacionales para optimizar los recursos y garantizar el acceso humanitario.
“No podemos dejar a nadie atrás. La clave es coordinar esfuerzos y trabajar con las comunidades”, señaló el representante de la Oficina de Coordinación Humanitaria (OCHA) en Honduras.
La crisis humanitaria en Honduras exige atención urgente y sostenida. Cada día que pasa, miles de personas enfrentan una lucha invisible contra el hambre, la violencia y el desplazamiento.
El futuro del país depende de cómo el gobierno, las organizaciones humanitarias y la comunidad internacional respondan a este llamado apremiante.