El infierno tras las rejas de Arnulfo Valle, el narco que abrazó a JOH en el Mundial

El infierno tras las rejas de Arnulfo Valle, el narco que abrazó a JOH en el Mundial

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

Lea también: Hijos de Arnulfo y Luis Valle Valle, ¿son la generación relevo del narco en Honduras?



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A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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A pesar de estar recluido inicialmente con la población general en Alexandria, los alguaciles decidieron trasladarlo para evitar un ataque inminente.

Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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El 21 de agosto de 2015, a Arnulfo Valle lo trasladaron desde el Centro de Detención de Alexandria a la Cárcel Regional de Rappahannock en Virginia, una decisión que se tomó después de que un miembro de la temida mara MS-13 amenazara su vida.

A pesar de estar recluido inicialmente con la población general en Alexandria, los alguaciles decidieron trasladarlo para evitar un ataque inminente.

Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Lo que inició como un proceso judicial de alto perfil, rápidamente se transformó en una pesadilla de aislamiento, amenazas y lucha por sobrevivir dentro de los muros carcelarios.

El 21 de agosto de 2015, a Arnulfo Valle lo trasladaron desde el Centro de Detención de Alexandria a la Cárcel Regional de Rappahannock en Virginia, una decisión que se tomó después de que un miembro de la temida mara MS-13 amenazara su vida.

A pesar de estar recluido inicialmente con la población general en Alexandria, los alguaciles decidieron trasladarlo para evitar un ataque inminente.

Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

Lea también: Hijos de Arnulfo y Luis Valle Valle, ¿son la generación relevo del narco en Honduras?



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La vida en prisión nunca fue fácil para Miguel Arnulfo Valle Valle, el líder del Cartel Valle Valle, extraditado a Estados Unidos el 18 de diciembre de 2014 bajo cargos de tráfico de drogas.

Lo que inició como un proceso judicial de alto perfil, rápidamente se transformó en una pesadilla de aislamiento, amenazas y lucha por sobrevivir dentro de los muros carcelarios.

El 21 de agosto de 2015, a Arnulfo Valle lo trasladaron desde el Centro de Detención de Alexandria a la Cárcel Regional de Rappahannock en Virginia, una decisión que se tomó después de que un miembro de la temida mara MS-13 amenazara su vida.

A pesar de estar recluido inicialmente con la población general en Alexandria, los alguaciles decidieron trasladarlo para evitar un ataque inminente.

Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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Arnulfo Valle Valle, extraditado a Estados Unidos en 2014, enfrentó más que una condena: la desesperación del confinamiento solitario.

La vida en prisión nunca fue fácil para Miguel Arnulfo Valle Valle, el líder del Cartel Valle Valle, extraditado a Estados Unidos el 18 de diciembre de 2014 bajo cargos de tráfico de drogas.

Lo que inició como un proceso judicial de alto perfil, rápidamente se transformó en una pesadilla de aislamiento, amenazas y lucha por sobrevivir dentro de los muros carcelarios.

El 21 de agosto de 2015, a Arnulfo Valle lo trasladaron desde el Centro de Detención de Alexandria a la Cárcel Regional de Rappahannock en Virginia, una decisión que se tomó después de que un miembro de la temida mara MS-13 amenazara su vida.

A pesar de estar recluido inicialmente con la población general en Alexandria, los alguaciles decidieron trasladarlo para evitar un ataque inminente.

Los problemas comenzaron cuando un miembro de la MS-13 le exigió a Arnulfo Valle “donar” parte de su comida al grupo.

Al negarse y notificar a un guardia “la extorsión”, desencadenó una serie de eventos que culminaron con una “luz verde” de la pandilla para atacarlo.

Ante la inminente amenaza, las autoridades decidieron reubicarlo, pero este traslado tuvo sus consecuencias para el narcotraficante que en 2010 fue captado junto al expresidente Juan Orlando Hernández en el Mundial en Sudáfrica.

En confinamiento

En su nuevo destino, la vida para Miguel Arnulfo empeoró. Pasó de estar en una celda donde al menos podía ver a otros prisioneros, a un confinamiento solitario que duraba 23 horas al día.

Su celda no tenía ventanas, privándolo de la luz del día, y solo se le permitía ducharse cada tres noches. La falta de contacto humano y las condiciones extremas comenzaron a afectar su salud mental.

Su única conexión en la cárcel de Alexandria con el exterior era una pequeña ventana en la puerta, desde la cual podía observar a otros reclusos en su módulo.

“El señor Valle está inconsolable”, reveló su abogado, Jorge E. Artieda, en una nota dirigida al juez del caso.

Según Artieda, la falta de interacción y las condiciones opresivas dentro de la cárcel afectaron gravemente su capacidad para concentrarse en su defensa, dejándolo en un estado de desesperación.

Arnulfo Valle no tenía forma de marcar el tiempo ni de saber si era de día o de noche, sumiéndolo en una espiral de confusión y desorientación.

Aislamiento legal

Además de las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, su traslado a Rappahannock presentó otro desafío: la distancia con su abogado.

La cárcel está ubicada 40 millas más lejos del área metropolitana de Washington D.C., lo que complicó enormemente las visitas y la comunicación entre Valle Valle y su equipo legal.

Los horarios de visita más estrictos añadieron otra capa de dificultad en su ya complicada defensa.

“El sistema de justicia estadounidense es ya complicado para un ciudadano, pero cuando se trata de extranjeros extraditados, las barreras idiomáticas y la falta de familiaridad con el proceso lo hacen aún más difícil”, explicó Artieda al juez.

A Miguel Arnulfo Valle Valle lo condenaron a 23 años de prisión en Estados Unidos, pero su lucha no se limita al cumplimiento de su sentencia.

Las amenazas, el aislamiento y la lucha diaria por mantener su cordura en medio de un confinamiento casi total, se convirtieron en un castigo adicional para quien alguna vez lideró uno de los carteles más poderosos de Honduras.

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